martes, 11 de octubre de 2016

En el Día de la Niña, las que un día lo fuimos

"Le contaré a mis hijas que hubo un tiempo en el que nadie preguntaba a una niña que quería ser de mayor porque todo el mundo conocía la respuesta. Pero entonces las mujeres se levantaron y cambiaron la respuesta" (El secreto de Obama, Mónica Pérez de las Heras). 

Blanca me comentaba hace unos días, en una tertulia que compartimos sobre Igualdad, que su abuelo paterno la educó desde bien pequeña para que fuese una mujer libre. Le decía el viejo progresista: "cásate solo si quieres, ten hijos solo si te apetece, viaja, ama, lee, estudia, vete al cine, haz deporte, escucha música, vístete como quieras, sé solo tuya". Y vaya si siguió sus consejos. Me explicaba a propósito del tema que, a los veintipocos, acostumbraba a encerrarse en su habitación a leer y escuchar música. Cuando salía a la calle lo hacía vestida de gótica, exageradamente extravagante. "Todos me miraban", pero me daba igual. Me sentía bien siendo diferente y desafiando cánones establecidos, muchos de los cuáles a mí se me antojaban hipócritas. A sus cincuenta y pocos es ahora una mujer con un trabajo fijo en la administración pública, metida en la vida política de su municipio y comprometida con los temas sociales. Tiene carácter y las ideas claras, y dudo que se deje atrapar nunca por un rodillo machista, ni que deje a un lado esa rebeldía inculcada por el hombre que le marcó a fuego lo de la igualdad y los derechos femeninos.

Me acordé de las palabras de Blanca porque hoy es el Día de la Niña .Ya no sé si llegaron primero la celebración de tantos días en honor a algo o a alguien (de las montañas, de la sonrisa, del alzheimer, de los abuelos,de los animales, de la mujer rural, contra la xenofobia, de los refugiados...) o las redes sociales como medio para visualizar asuntos que exigen de atención; sea como fuese  todo lo que se haga no está demás. Tal vez mucho solo quede en logotipos, en bonitas palabras, en impactantes imágenes o en meros trozos de historia, pero menos es nada, y algún poso siempre queda;  ya sea removiendo conciencias o induciendo a hechos.

Muchos opinarán que las niñas de hoy en día pocas cosas tienen que reivindicar. Seguramente aquí, en nuestro país, la mayoría de ellas no, afortunadamente. Pero hay muchos lugares donde los derechos de las chicas están a años luz  de sus coetáneos masculinos. Violaciones, castraciones, esclavitud, negación de la enseñanza, machismo en el hogar, malos tratos paternos, y un sinfín de vejaciones que limitan la libertad y el desarrollo como personas de estas pequeñas mujeres que llegarán a adultas con un gran sentimiento de impotencia e inferioridad, y lo que es peor creyéndose ellas mismas que son de segunda, cuando no de tercera o cuarta. Por otra parte, mientras en cualquier lugar del mundo, y por la misma razón, alguien piense que él es un Don Juan y ella un putón verbenero, habrá un motivo para rebelarse, por poner un ejemplo.

También pensé en las niñas que un día fuimos las de mi generación, la misma que la de Blanca. Cuando nosotras nacimos era un tiempo en que las luchas feministas comenzaban a calar, pero en el que todavía no podían votar las mujeres españolas o acudir solas al Banco a resolver cualquier tema económico; mucho menos ir a tomar una copa con amigas o hablar más de tres minutos con un hombre que no fuese un familiar directo sin ser objeto de críticas; leyes orales o escritas que comenzaban a aprenderse en la escuela, donde estábamos separados por razón de sexo.Precisamente el año que nosotras nacimos,nació en España el Movimiento Democrático de mujeres, asimismo que nuestras madres se atrevían con las primeras minifaldas. Faltaba, por otro lado, un año para que nuestra mayoría de edad legal -25 para ellas, 21para ellos- se equiparase con la de los chicos. Por aquellos finales de los 60, aún estaba bien visto que un hombre ejerciera arbitrariamente la autoridad sobre su novia, hermana, esposa o subordinada; una autoridad que tenía carta blanca para cualquier tipo de maltrato. Lo que se disculpaba en el macho era una mancha imborrable en la mujer, y si ésta destacaba en algún arte o ciencia o sabía más que él debía de disimularlo. No en todos los casos; algunos hombres, como el abuelo de Blanca y otros cuantos, algunos de los cuáles traté muy de cerca, infundaron inquietudes y no temores en las niñas que tenían a su alrededor. Entre eso y el coraje de otras féminas que no cedieron al desaliento hoy podemos ser más libres y más iguales por esta geografía, aunque todavía hay mucho machismo encubierto y, en ocasiones, poca solidaridad entre las mujeres.

Mi hijo pequeño llegó el otro día de la escuela quejoso de que las chicas, con eso de que pasaron siglos padeciendo desigualdades, ahora se pasaron al otro extremo. Me da ternura como reivindican ahora ellos su parcela de poder, porque dicen que las niñas abusan de sus derechos y quieren relegarles a un segundo plano. Yo le hablo de la ley del péndulo y esas cosas, y quiero convencerle de que nadie es más que nadie, solo iguales, salvo en la anatomía.  Sin embargo, a pesar de que las cosas han cambiado mucho,cuando las mujeres hablamos del tema, convenimos en que determinados roles tienen un gen ancestral que explica ese poso de  superioridad varonil, por mucho que se encubra de Igualdad.

Por eso, cuando ayer abrí en mi correo un mensaje para que firmase apoyando que la Real Academia añadiese al diccionario la palabra sorodidad, que viene a ser lo mismo que la fraternidad en versión femenina; vamos la hermandad entre las mujeres, pensé que lo que en un principio parezca querer rizar el rizo del feminisno tal vez tenga su punto de equilibrio. Tantos años inclinando la balanza hacia el lado de los varones necesita de visualizaciones más o menos prácticas. ¿Os imagináis ahora no poder decir la jueza, la médica, la abogada, la ingeniera, la empresaria...?. Pues, en su día, fue motivo de desdenes, y vaya si costó normalizarlo.

¡Feliz Día de la niña!, da gusto verlos siendo amigos y amigas al salir de las aulas desde el parvulario, y tratándose como compañeros, al tiempo que van entendiendo por qué es necesario seguir reivindicando. Y qué bueno que las chicas ya no quieran ser princesas. Incluso alguna de sus sudaderas lleve grabado: "Cenicienta no quería un Príncipe, quería una noche libre y unos zapatos...".

Fotografía 1: Con mis primas, por la Ruta del Alba, en un verano de nuestra niñez.

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